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El calor de la cocina ( o el miedo al debate)


Publicado el 22/04/2012 a las 22:00

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No entiendo la democracia sin libertad ni ésta sin información, sin conciencia. ¿Cómo puede haber
voto razonado en comicios democráticos sin la oportunidad de apreciar las opciones del menú?

El abanderado del PRI, Enrique Peña Nieto, encontró la puerta fácil para huir de esta discusión. No
quiere compararse, medirse, someterse al rigor del escrutinio entre ser y parecer. Dice el priísta
que no pretende dividir a los mexicanos y por eso no responderá a lo que ha llamado “guerra
sucia” y descalificaciones. Cuánta razón tenía Abraham Lincoln al afirmar que la demagogia es la
capacidad de vestir las ideas menores con las palabras mayores.

No, señores. No estamos frente a un mero concurso de popularidad ni presenciamos un
certamen de belleza (aunque por el contenido y tono de algunas de sus expresiones pareciera
que en esas andamos). Se trata de un proceso por el que serán renovados dos de los tres
Poderes de la Unión.

Así, obvio es que, en campaña, los participantes quieran mostrar sus fortalezas y exhibir las
debilidades del otro frente al electorado. Natural resulta que se pretendan aderezar los atributos
de los candidatos, sus partidos y resultados en la gestión pública, al tiempo de minimizar el
potencial de los adversarios.

Si el PRI centra su principal argumento para convencer a los mexicanos en la supuesta palabra
cumplidora de su abanderado y ex gobernador del Estado de México, tiene el PAN todo el
derecho del mundo de buscar el desmoronamiento de esa supuesta fortaleza con pruebas que
demuestren lo contrario.

Se trata de ver en manos de quién o quiénes vamos a poner el manejo de los recursos públicos y
las grandes decisiones y acuerdos tendientes a construir mejores políticas públicas y proyectos.
¿A quién confiarías una noche tu casa con tus hijos dentro? ¿En manos de quién pondrías tu
pequeño negocio en caso de ausencia? ¿A quién pedirías que manejara tus ahorros para invertir
en el mercado de valores? ¿Quién tendría el temple para asumir el timón de un navío o tomar la
mejor decisión piloteando un avión frente a una tormenta perfecta en plena travesía? ¿Quién
combatiría al narco y quién pactaría con él?

En el fondo, el rechazo a las campañas de contraste y a los debates encierran un miedo brutal a
ser exhibidos de cuerpo entero y al desnudo frente al electorado. Que crean que soy como
Pancho Pantera: fuerte, audaz y valiente. Que piensen que, de verdad, lo mío, lo mío, lo mío es ser
cumplidor. Que olviden el pasado lejano y el reciente; que nos perdonen porque ya aprendimos;
que soy Paquito y no haré más travesuras.

Más aun: como buena oposición, critiquémoslo todo; congelemos las iniciativas de reformas
estructurales del partido en el gobierno y del Presidente; luego sigamos criticando al Ejecutivo
federal y al PAN para, finalmente, hacer propias esas iniciativas como promesas de campaña. Sí,
de ésas que no sabemos cumplir pero que sabemos bien cómo vender. Ah, y de paso,
escuchemos conversaciones privadas y filtrémoslas para entretener al adversario. Esa no es
guerra sucia. Es táctica.

Al parecer, se ha hecho ya toda una escuela y se ha dictado línea al interior del PRI pues, en
Puebla, su candidata al Senado, Blanca Alcalá, usa como pretexto para no debatir problemas de
agenda. Insisto, en el fondo, temen y por buenas razones. Embona bien aquí la enseñanza de
Platón al decir que “un hombre que no arriesga nada por sus ideas, o no valen nada sus ideas, o
no vale nada el hombre”.

Hizo lo correcto el IFE al mantener al aire los spots del PAN que muestran, con la crudeza
necesaria para voltearlos a ver, los compromisos incumplidos del candidato supuestamente
cumplidor. Pero ahora toca a los ciudadanos exigir que haya debates y en el formato más libre
que se pueda, aunque no se les llame como tal y aunque no sean auspiciados por el órgano
regulador de las elecciones. Y no nos salgan con que no debatimos porque “no queremos dividir
al país”. El país ya está dividido entre honestos y corruptos; entre responsables y negligentes;
entre quienes buscamos el poder para servir con él y aquellos que lo añoran para servirse de él.
Para eso es el contraste. Para ver de qué bando está cada quien.

En pocas palabras: al que no le guste el calor que no se meta a la cocina.

Artículo publicado en el Periódico El Universal

http://www.eluniversalmas.com.mx/editoriales/2012/04/58140.php