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El PAN y el bien común


Publicado el 12/08/2012 a las 22:00

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El PAN atraviesa por la peor crisis de su historia. Estamos mal. Debemos reconocerlo y actuar en
consecuencia. Perdimos las elecciones y caímos al tercer lugar electoral. En mayor o menor
medida, todos somos responsables de la derrota y de salir adelante. Hemos de lograrlo con
unidad, disciplina y generosidad. No fuimos capaces de trasladar la popularidad y aceptación del
gobierno del presidente Felipe Calderón (de 66%) hacia nuestra campaña presidencial. No fuimos
capaces de comunicar a la sociedad lo mucho que, desde el gobierno, se hizo en materia
económica, de combate a la pobreza, en infraestructura y en la lucha contra la delincuencia.

Más aún, preferimos mostrarnos como opción “diferente” y no como línea de continuidad. No
acabamos de asumir que somos partido en el gobierno y no eterna oposición. Eso fue evidente
en algunos de nuestros “distinguidos” militantes, tanto para el caso del gobierno federal como a
nivel local (Puebla, por ejemplo). El comportamiento de algunos de nuestros gobernantes y
legisladores se parece más al de aquellos políticos vulgares que tanto criticamos pero no nos
atrevimos a señalarlos y a echarlos del partido. No estamos reclutando a verdaderos militantes ni
facilitando la entrada a ciudadanos de bien que quieren sumarse a nuestras filas. En el PAN ya no
se ve con claridad a quienes hemos intentado hacer de la honestidad y la virtud una forma de
hacer política, de diseñar políticas públicas y de hacer buen gobierno, respecto de aquellos que
sólo buscan un beneficio personal. Ya nos ven a todos por igual. El colmo es que somos un
partido de viejos en país de jóvenes. No hemos sabido sumar a esos jóvenes a nuestras filas, ni
hablarles claro y ni escucharlos.

Nuestros procesos internos, supuestamente democráticos, están brutalmente viciados. Nos
preocupamos más de las contiendas al interior del partido que por ganar las elecciones
constitucionales. La lucha es más por un padrón interno de electores que por un patrón de
conducta ejemplar. Hoy estamos en medio de una estéril discusión: si llamarle o no refundación al
necesario proceso de reestructura; y si la asamblea indispensable para cambiar la manera en que
estamos trabajando en el PAN debe ser antes o después de que deje la presidencia Felipe
Calderón. Digo que es estéril y hasta absurda la discusión porque no es importante el nombre que
tome el proceso, sino la fuerza y convicción con la que se emprenda. Un cambio cosmético ya no
cabe más en el PAN.

Nos tenemos que transformar profundamente y rápido. No es capricho personal. En 2013 habrá
procesos electorales en 14 estados. Debemos llegar con un partido revitalizado y habiendo
reestructurado los procesos internos: cómo afiliamos; cómo elegimos a nuestros candidatos;
cómo financiamos campañas y cómo volveremos a la congruencia entre lo que pensamos, lo que
decimos y hacemos. En las elecciones no basta con competir, debemos seleccionar a quienes
puedan ganar y gobernar o legislar con apego a nuestros valores y principios de doctrina.

Tenemos, en suma, que recuperar la confiabilidad y credibilidad de los ciudadanos y
representarlos con eficacia y dignidad. Volvamos a ser distintos y distinguibles como políticos
eficaces, honestos y capaces de llevar nuestros principios a la acción y no a la mera
contemplación, como la de quienes se asumen cual si fueran diferentes por un derecho de
antigüedad que nadie les confirió.

En el PAN, no más cepa ni pedigree. Mejor, más militancia auténtica y acción, y menos hipocresía
y contemplación. Nuestra militancia debe cumplir con responsabilidades partidistas mínimas y
actuar con convicción panista en cualquier foro. Hoy, desgraciadamente, hasta la representación
y vigilancia de las casillas se venden al mejor postor. La ética política nos debe caracterizar.
Tenemos la obligación de demostrar que, como políticos, somos mejores; más capaces, más
honestos y más congruentes.

La Comisión de Evaluación y Mejora que se constituyó ayer en el Consejo Nacional deberá
identificar esos espacios de oportunidad y actuar en consecuencia. Pero también tendremos la
oportunidad, desde el Congreso, de erigirnos en una fuerza política revitalizadora que ayude al
nuevo gobierno a sacar la agenda legislativa adelante sin mezquindad y con altura de miras.
Hemos de hacerlo por el bien común, a veces tan olvidado.

Artículo publicado en el Periódico El Universal

http://www.eluniversalmas.com.mx/editoriales/2012/08/59964.php