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Iniciativas preferentes


Publicado el 09/09/2012 a las 22:00

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Parece mentira pero tuvo que modificarse la Constitución para obligar al Congreso de la Unión a
dictaminar y votar de inmediato hasta dos iniciativas que presente el presidente de la República
con carácter preferente. Ha sido práctica común el mandar decenas, cientos de iniciativas de
diverso origen a la bien llamada “congeladora”. Si no se estudia ni se vota no pasa nada. Puede
haber diagnósticos serios y propuestas bien estructuradas que encuentran como destino el
desprecio y el olvido. No hay explicación ni, mucho menos, justificación. El poder conviene y
acomoda. Y, en ese contexto, la probabilidad de éxito de una reforma legislativa depende, en
buena medida, de su cercanía con la próxima elección.

De las cosas positivas recientemente aprobadas por el constituyente permanente está la llamada
iniciativa preferente. Se trata de que el presidente de la República pueda, al inicio de un periodo
ordinario de sesiones, presentar hasta dos propuestas de nueva ley o de reforma a las leyes
existentes que tendrán que ser, necesariamente, analizadas, discutidas, negociadas y votadas por
el Congreso de la Unión en ese mismo periodo ordinario. Y que quede claro que la votación
puede ser en uno o en otro sentido. Lo que no se vale ya es no pronunciarse, no dictaminar, no
votar.

La iniciativa preferente cambia la dinámica del Congreso. Antes la integración de las comisiones
dictaminadoras se cocinaba a fuego lento durante el primer mes de la apertura de la nueva
legislatura. El problema, ahora, es que la iniciativa preferente se tiene que dictaminar y votar
dentro de los 30 días naturales siguientes a su presentación en la cámara de origen. Después,
tiene que enviarse el proyecto de ley a la cámara revisora para que haga lo propio en un periodo
igual. Ah, y si el Congreso no ejerce sus facultades constitucionales entonces la iniciativa
presidencial pasa como cuchillo en mantequilla y se tiene por aprobada tal cual se presentó.
Mi opinión es que toda iniciativa, venga de donde venga, debería ser discutida, dictaminada y
votada, cuando mucho, dentro del plazo de un año a partir de su presentación. Es decir, acabar en
definitiva con la famosa congeladora. Dudo que llegue a suceder.

Hoy, por lo pronto, tenemos dos iniciativas preferentes presentadas por el presidente Felipe
Calderón Hinojosa: una que busca reformar y adicionar la Ley Federal del Trabajo, mejor conocida
como reforma laboral; y, otra, que plantea modificar la Ley General de Contabilidad
Gubernamental para obligar a los gobiernos locales a transparentar la fuente de sus ingresos y el
destino de su presupuesto.

No hay mañana. Ambas cámaras del Congreso de la Unión tenemos ahora que activar los
mecanismos necesarios para discutir a la brevedad dichas iniciativas y proceder a su
dictaminación. Habrá que integrar a la brevedad las comisiones o grupos de trabajo para avanzar
en esas tareas. Asoman ya las primeras resistencias de grupos de interés que ven amenazados
sus privilegios de toda la vida. No será, pues, un día de campo.

En el corazón de la reforma en materia de contabilidad gubernamental está el evitar dispendio,
desvío de recursos, endeudamiento irresponsable y proyectos fallidos. No más deuda tipo
Coahuila o Michoacán. No más vuelos privados con millones de pesos que van de Xalapa a
Toluca.

Por lo que hace a la reforma laboral, se trata de avanzar en tres ejes: competitividad,
productividad y trabajo decente. Hay que actualizar nuestra legislación, pues a sus 42 años de
vida intocada es ya una pieza obsoleta que en nada contribuye a que más jóvenes y mujeres
consigan empleo en la economía formal. La natural inconformidad proviene de algunos líderes
que, so pretexto de la inmaculada autonomía sindical, pretenden mantener privilegios en
detrimento de los derechos de los propios trabajadores.

Por lo que alcanzo a apreciar, el tránsito de la reforma en contabilidad gubernamental será más
terso que el de la reforma laboral. Pero aquí lo importante es que la sociedad podrá claramente
ponderar lo que efectivamente se apruebe y, también, valorar aquello que quede fuera junto con
los responsables de su exclusión.

Basta ya de simulaciones. Todo mundo habla de la necesidad de las reformas (bueno, excepción
hecha de los legisladores del Partido del Trabajo), pero esa voluntad manifiesta no se ve reflejada
en los hechos. Que la gente sepa, de una vez y por todas, quiénes estamos en favor de los
cambios estructurales que tanto necesita México y quiénes se oponen a los mismos por defender
intereses personales o gremiales. Llegó la hora.

Artículo publicado en el Periódico El Universal

http://www.eluniversalmas.com.mx/editoriales/2012/09/60384.php