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El dilema


Publicado el 17/03/2016 a las 23:00

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Este año se renovarán gubernaturas en 12 estados del país. Algunos de ellos (Hidalgo, Durango,
Veracruz, Tamaulipas y Quintana Roo) jamás han experimentado la alternancia política. Siempre
ha gobernado el PRI. La tentación y hasta obsesión por mantener el poder es muy fuerte. Venden
su alma al diablo o pactan con él a fin de conservar su hegemonía. La sociedad, a pesar de su
insatisfacción y rechazo a gobiernos corruptos e inútiles —señaladamente en Veracruz y
Tamaulipas— es escéptica en cuanto al resultado final del supuesto sufragio popular. Saben que
la voluntad ciudadana está supeditada a la operación política de gobernadores que, como
sucede con Javier Duarte, prefieren morir antes de entregar el poder a la oposición que los
llevaría derechito a prisión.

Es un círculo vicioso. No sale la gente a votar pues piensan que el marcador está definido antes
de comenzar el encuentro. Pero su ausencia es colmada por la eficacia de mapaches electorales
bien aceitados que trastocan la voluntad ciudadana con rasurados y apretados triunfos legales
mas no legítimos. Sólo así se entiende que a pesar de la bajísima calificación aprobatoria que
tiene el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, en el ánimo de la gente (32% según la
última encuesta publicada por este diario), su partido político siga cosechando victorias aquí, allá
y acullá.

Más aún. La figura de los candidatos independientes está siendo utilizada por el propio partido en
el poder para diseminar el voto opositor. En efecto. Bajo la máxima de “divide y vencerás”, con una
pobre mayoría relativa, pero, mayoría al fin, el PRI apuesta a obtener triunfos electorales aunque
ello no sea suficiente para ofrecer condiciones de gobernabilidad. La segunda vuelta electoral no
está en su agenda. Saben bien que sería el acabose del tricolor.

Así pues, dos elementos se antojan necesarios para lograr la alternancia en aquellas plazas donde
jamás ha gobernado la oposición y para mantener el poder donde finalmente se pudo lograr,
como es el caso de Puebla. Una, que la gente salga a votar por su propia voluntad y conciencia,
batiendo así el abstencionismo tan anhelado por el PRI. Y, dos, que se consoliden alianzas o
coaliciones que permitan sumar a los distintos con fines comunes. Esto no significa mezclar el
agua con el aceite, sino organizar un plan de gobierno y alinear sus fuerzas y capacidades en aras
de un bien superior, el bien común.

Con el regreso del PRI al gobierno federal, ha quedado claro que su discurso cambió mas no así
su genética. Estamos de vuelta en los tiempos de los excesos, las devaluaciones y el
endeudamiento excesivo. Y los jóvenes gobernantes (otra vez Veracruz y Quintana Roo) que
prometieron una renovada esperanza generacional resultaron ser un fiasco.

La otra opción, en el extremo, es la de aquel que todo lo critica desde la comodidad de sus spots
gratuitos y sin desgaste de mando alguno. Con su habitual hipocresía ofrece soluciones mágicas
a un pueblo desencantado con los políticos de siempre. Él es la salvación, la redención. Ah, y en
medio, los supuestos candidatos “independientes” levantan el cascajo de tal desencanto
vendiendo pureza y virtudes inexistentes. ¡Vaya dilema!

Articulo publicado en el periódico El Universal

http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/articulo/javierlozano/ nacion/2016/03/28/el-dilema