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¡Buenos días México!


Publicado el 23/05/2004 a las 22:00

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En un desplegado de plana completa de la Secretaría de Economía, encabezado con un ¡buenos
días México! publicado el pasado miércoles 19 de mayo, se nos informa que nuestra economía
creció, en el mes de marzo, 5.7% con lo cual, para el primer trimestre del presente año, el
crecimiento del producto interno bruto (PIB) habría sido de 3.7% en comparación con el mismo
periodo del año pasado.

Más aún, esta dependencia del Ejecutivo Federal presenta su romántica tesis de que ambos
indicadores se encuentran por encima de lo reportado en Estados Unidos. Al menos, hay que
decirlo, se aclara en la publicación que “este crecimiento del primer trimestre, aunque es una
buena noticia, no es suficiente para hacerle frente a los rezagos económicos del país, ni a las
necesidades de generación de empleos que todos los mexicanos requerimos”.

¿Qué tienen de buenos estos días?, nos preguntamos muchos, pues la verdad es que no se
entiende el marcado optimismo sobre el crecimiento del producto y menos aún comparándolo
favorablemente con quienes han propiciado que así ocurra, es decir, con Estados Unidos, cuando
en la parte política y de administración de justicia estamos a un paso del desbarranco.

Ya el doctor Guillermo Ortiz, gobernador del Banco de México, quien junto con el rector Juan
Ramón de la Fuente representa una verdadera autoridad moral para opinar sobre el rumbo del
país, acotó la celebración del gobierno federal en cuanto al nuevo indicador. Dijo Ortiz que “es
muy posible que la economía crezca por arriba de 3.5% este año… y sin embargo, seguimos
creciendo abajo del potencial. Si se hubieran hecho las cosas como algunos hubiéramos deseado
en materia de reformas estructurales, hubiéramos tenido un crecimiento más alto”.

En el mismo tenor, el gobernador del banco central afirmó que es una pena que la atención del
país se mantenga centrada en la discusión de debates y escándalos políticos, mientras se
desatienden los temas fundamentales de la agenda como lo son las reformas estructurales y el
fortalecimiento del marco legal y regulatorio. Dijo: “Lamentablemente estamos en los debates
políticos y no discutiendo los temas fundamentales del país que son la reforma fiscal, la
necesidad de incrementar el gasto en infraestructura, educación y tecnología para ponernos en
una plataforma más competitiva, junto con la reforma energética y la laboral”.

Y es que celebramos un triunfo económico que difícilmente puede arrogarse como propio; nos
comparamos con Estados Unidos en cuanto al crecimiento porcentual de las economías y
pareciera que desconocemos, con ello, que nuestro repunte en el producto deriva del desborde
de los efectos propios de lo que hacen en el otro lado de la frontera.

Más aún. Lo mucho que se presume tiene que ver con una plausible disciplina macroeconómica,
en buena medida lograda gracias a la experiencia y responsabilidad de los titulares y a sus
respectivos equipos de trabajo de la Secretaría de Hacienda y del Banco de México, y menos,
mucho menos, a la promoción de inversiones y a la certidumbre jurídica propiciada por el
gobierno del presidente Fox.

Lo que es peor aún. Se celebra un indicador de la economía con un ramplón ¡buenos días México! ,
como si de verdad creyéramos que ya salió el sol. Por un lado, inclusive con un aumento del PIB
de 3.7% anual, estaríamos por debajo de lo que las necesidades del país reclaman. Menos de 5%,
para acabar pronto, es insuficiente. Y, por otro lado, pareciera que a los genios y estrategas de
comunicación social del gobierno federal nadie les ha hecho ver que estamos sentados sobre un
auténtico barril de pólvora, gracias al pésimo manejo de los asuntos políticos del interior.

Con la falacia de que los mercados no han reaccionado (hasta ahora) en forma negativa ante la
sucesión de escándalos de nuestros distinguidísimos gobernantes, representantes populares y
dirigentes de partidos, nos mantenemos en la tesitura de que nada ocurrirá y de que nuestra
democracia y madurez política ha sabido separar y hacer impermeable una cosa respecto de la
otra.

Para muchos el sexenio terminó desde hace ya varios meses. El propio presidente Fox se ha
encargado de transmitir ese mensaje. Y en ese tenor, lo que queda es un poco de lamento -como
bien lo apuntaba Jesús Silva-Herzog Márquez en su extraordinario artículo de la semana pasada
“La Jaula”- por el hecho de que el término constitucional de seis años pareciera ya muy pesado
tanto para el primer mandatario como para la sociedad que, teóricamente, encabeza.

No hay duda de que Andrés Manuel ha hecho de la violación a la ley una auténtica religión. Y
tampoco cabe la menor duda de que el Ejecutivo Federal se ha conducido con precipitación,
desorden y soberbia al encarar el reto político que implica el no tener mayoría en el congreso ni a
su partido en la capital del país. En el caso del predio El Encino, ya están los tres poderes
federales involucrados en un proceso de pronóstico reservado.

Con todo, si no se pone remedio a la feria de estupideces que están ocurriendo día con día en esa
lucha fraticida entre gobiernos, partidos (me encantaría referirme a los líderes pero, francamente,
no los veo) y a los actores políticos en general, habremos propiciado una atmósfera con el mismo
hedor que apestó los inicios de 1994 y que terminó por llevarnos a la peor crisis económica de la
que tengamos memoria en la época reciente. Ah, y recuerden que ello acarreó, en el camino, dos
magnicidios. ¿Eso quieren?

Artículo publicado en el Periódico El Universal

http://archivo.eluniversal.com.mx/columnas/38760.html